El presidente Donald Trump ha abierto la puerta a una medida que podría reconfigurar las bases tradicionales del Partido Republicano: un incremento de impuestos para los ciudadanos más acaudalados. La iniciativa, aún en fase de deliberación, formaría parte de un ambicioso paquete fiscal que incluiría reducciones impositivas para las clases media y trabajadora, así como una mayor financiación para el programa público de salud Medicaid. Según reporta Europa Press, medios como Financial Times y The Washington Post aseguran que el mandatario está considerando elevar la tasa máxima del impuesto sobre la renta del 37% actual al 39,6% para personas con ingresos superiores a 2,5 millones de dólares anuales o parejas que superen los cinco millones, revirtiendo parcialmente una de las medidas estrella de su primer mandato: la rebaja fiscal de 2017. El propio Trump se refirió al asunto en su cuenta de Truth Social, donde reconoció que aceptaría “con gusto” un aumento mínimo en su carga tributaria si ello contribuyera a mejorar la vida de los trabajadores de bajos y medianos ingresos. Sin embargo, también advirtió del riesgo político que, en su opinión, supondría dar munición a lo que calificó como "los lunáticos demócratas de la izquierda radical", señalando que, aunque él personalmente no se opondría, tal vez "los republicanos no deberían hacerlo". Más allá del debate ideológico, la propuesta refleja un intento de equilibrar políticamente un paquete fiscal que busca renovar los recortes de 2017 —que expiran el próximo año— al tiempo que se enfrenta al creciente escrutinio sobre la equidad tributaria en Estados Unidos. Entre las posibles modificaciones, también figura el cierre del controvertido “carried interest loophole”, una laguna legal que permite a los gestores de fondos de inversión tributar a tasas más favorables que la mayoría de los contribuyentes. Otra propuesta en discusión es el aumento del límite de deducción estatal y local (conocido como SALT), que pasaría de 10.000 a 30.000 dólares, ofreciendo así un alivio fiscal a residentes de estados con altos impuestos locales, como Nueva York o California. Esta medida podría atraer respaldo de congresistas republicanos de distritos suburbanos, donde el tope actual ha generado quejas entre propietarios de clase media-alta. El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, reconoció que las negociaciones siguen abiertas y se mostró optimista sobre alcanzar un consenso: “Es un debate en curso y creo que encontraremos el punto adecuado”, declaró ante la prensa. Sin embargo, la idea de aumentar los impuestos a las grandes fortunas ha suscitado fuertes reacciones entre los sectores conservadores. El grupo Americans for Tax Reform (ATR), conocido por su férrea oposición a cualquier incremento fiscal, criticó duramente la posibilidad de volver a una tasa del 39,6%, asociándola con la política de figuras demócratas como la vicepresidenta Kamala Harris. “Ella perdió las elecciones contra el presidente Trump. No hay necesidad de adoptar sus ideas fiscales”, señalaron en un comunicado. La propuesta de Trump no sólo busca reforzar su imagen de defensor de la clase media, sino también blindar el sistema de salud pública en un contexto de crecientes desigualdades y tensiones sociales. Aunque aún no se ha formalizado una propuesta legislativa concreta, el solo hecho de considerar una subida de impuestos a los más ricos representa un giro significativo en la narrativa fiscal republicana y podría definir el tono económico de la campaña presidencial de 2026. A medida que se intensifican las negociaciones en el Congreso, la atención se centra en si Trump logrará sortear las resistencias dentro de su propio partido para impulsar una agenda económica que combine alivios fiscales para la mayoría con mayores aportes del sector más privilegiado. El resultado de este proceso legislativo marcará no solo la orientación de la política fiscal estadounidense en los próximos años, sino también el alcance real del populismo económico en el seno del Partido Republicano.